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Una gorra, un overol de trabajo y su saludo forman parte de lo que caracteriza a un trabajador sencillo y comprometido con sus obligaciones, entre estas mantener el cuidado de una propiedad patrimonial. Las grandes ventanas y puertas de madera, más las paredes blancas que dan a las calles Tomás Ordóñez y Simón Bolívar son limpiadas, cuidadas y mantenidas por don Abelito.
Su primer acercamiento con la madre naturaleza fue cuando era un niño. Junto a sus padres cuidaba las plantas, huertas y jardines de una hacienda en donde trabajaban sus progenitores; a sus 69 años de edad su vínculo con la naturaleza sigue vigente al ser responsable directo de la belleza y mantenimiento del jardín de la Casa de la Provincia.
Quienes visitan la Casa de la Provincia, un bien patrimonial de la ciudad de Cuenca, se habrán encontrado con Luis Abel Ordóñez, trabajador del Gobierno Provincial cuya personalidad y carisma han hecho de él, un funcionario público en quien también se sostiene el desarrollo de la provincia del Azuay.
En el jardín azuayo, Gualaceo, nació Luis Abel Ordóñez. Sus padres cuidaban de una hacienda en la que pronto aprendió a ser una ayuda. Cuidó de los animales menores, cargó abonos y ayudó en los mandados. “Siempre fui colaborador y eso me ha permitido ganarme la voluntad de mis jefes”, puntualiza nuestro entrevistado.
Para generar esta nota especial fue necesario que don Abelito pusiera en alto sus actividades y en medio de una interesante tertulia pudimos conocer más de su trayectoria profesional.
Al ser nacido en Gualaceo, el oficio tradicional lo persiguió. Así en su juventud pagó a un maestro zapatero para que le enseñase del oficio, mismo que no pudo ser su medio de vida dado que, no fue su vocación. La costa ecuatoriana le esperaba para el desmonte del sembrío de arroz y tras ejecutar este trabajo pesado y cansado y debido al calor regresó al Azuay. La ciudad de Cuenca lo acogió para inmiscuirse en el oficio de la carpintería; su hermano menor había montado un pequeño taller en el que se elaboraban varios trabajos decorativos y utilitarios para el hogar. “Nos estaba yendo bien en el taller, pero el robo de las herramientas de trabajo hicieron que el emprendimiento de mi hermano fracasara y con ello, tuve que buscar otras alternativas de trabajo”, acota Abel.
Con su juventud a flor de piel, Abel, una vez más pagó para aprender otro quehacer artesanal, esta vez, su atención giraba en torno al oficio de corte y confección. Un sastre le indicó técnicas para este oficio mismo que empezó a pulirlo, pero adversidades de la vida hicieron que la máquina se dañase y con ello, su perfil de trabajo se quedó en el olvido.
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Construcción, restauración y mantenimiento
Don Abel precisa que la situación económica de sus padres no le permitió estudiar. De sus progenitores aprendió el valor del trabajo y la perseverancia para salir adelante. Con el arquitecto Salvador Astudillo empezó su trabajo en el área de la construcción. Inició desde el nivel básico hasta poco a poco ganarse la confianza de su jefe con quien trabajó en la restauración del edificio de la cooperativa de ahorro y crédito Jardín Azuayo ubicado en el centro de la ciudad de Cuenca. A partir de esta obra don Abelito -como lo conocen en el Gobierno Provincial del Azuay- empezó a ser la mano derecha del arquitecto Astudillo.
Desde el año 2009 su reto fue la restauración del inmueble adjunto a la Iglesia del Buen Pastor, lo que desde el 2015 conocemos como la Casa de la Provincia.
“Cuando ingresamos a este bien patrimonial estaba muy deteriorado. Las tablas del piso estaban levantadas y de sus huecos salían muchas ratas y huesos. En los dos patios eran evidentes las coles, cebollas, maíz, ajo y plantas medicinales.
La madera de las puertas, pilares de los pasillos y ventanales estaba llena de polillas y había mucho trabajo por hacer. Bajo la dirección del Arquitecto Salvador Astudillo y con directrices de la Dirección de Áreas Históricas y Patrimoniales del Municipio de Cuenca un total de 40 obreros restauramos la casa”, precisa don Abelito.
Entre una que otra carcajada nuestro entrevistado puntualiza que la restauración de un bien patrimonial es cosa seria. Acota que hay que dominar técnicas especiales que sean amigables con el medio ambiente, por ejemplo, el empañado de las paredes se efectuó con caca de caballo, paja y lodo. Con ayuda del codal se dio forma a las paredes, que fueron pintadas con brocha. “El trabajo más fuerte fue cercano a la entrega de la obra, para dicho proceso alrededor de 16 personas trabajamos hasta en horas nocturnas. Estoy tan agradecido de haber tenido un jefe exigente como el Arquitecto”, acota.
Contratado bajo Código de Trabajo
Desde el año 2011, en la administración del Ing. Paúl Carrasco, don Abelito pasa a formar parte de la Dirección Administrativa y Logística del Gobierno Provincial del Azuay.
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En estos años sus responsabilidades han sido cuidar, limpiar y mantener el bien patrimonial. Así Abel sigue pintando con brocha, da mantenimiento a la madera de las puertas y ventanas, limpia los grandes pasillos. Siendo su mayor prioridad el cuidado de las plantas y los árboles del jardín principal.
“Aún se conservan los árboles de las monjitas, estos son los de capulí, reina claudia y de aguacate. Años atrás el árbol de aguacate cargaba bastante fruto, pero ahora yo no produce y creo que eso obedece al curso de la vida, envejecer”.
Abel Ordóñez con 69 años de edad y padre de 7 hijos no tiene temor a los retos que le ponga la vida. Está convencido que mientras tenga salud, sus manos y la voluntad para trabajar podrá ganarse el pan de cada día. Entre sus sueños está aprender a soldar y descarta la posibilidad de viajar a los Estados Unidos dado que está enseñado a ser un hombre activo y proactivo. “Mis amigos han viajado al extranjero invitados por sus hijos, pero no lo han pasado bien porque trabajan tanto que no hay tiempo para salir, yo no me veo encerrado en una casa. A mí me gusta trabajar, de lunes a viernes cuido la Casa de la Provincia y los fines de semana arreglo la casa donde vivo. A mi edad cargo un quintal sin dificultad alguna y estoy convencido que eso se debe a que en mi niñez y juventud comí cosas sanas y nutritivas, ahora todo es con químicos que atentan contra la salud del ser humano”, expresa nuestro Abelito.
Este diálogo no podía concluir sin saber si nuestro entrevistado se siente y se considera un ser humano feliz, a lo que respondió que sí y mucho. “Yo no sufro, siento que soy una persona feliz, que ha aprendido a disfrutar del día a día. Las plantas sienten nuestras energías y parte de mi trabajo es cuidarlas. Uno antes pagaba para aprender un oficio y gracias a Diosito encontré jefes muy buenos. Sus exigencias me han permitido crecer como persona y como un obrero multifuncional”.
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Don Abelito ha dejado una huella en el Gobierno Provincial del Azuay. Se ha adaptado a varios Prefectos y jefes. “La actual Prefecta es una buena persona preocupada por las plantas, escucho sus consejos y sus pedidos”, finaliza nuestro compañero obrero.